Todos los operadores de hornos deben controlar la eficiencia de la combustión por razones operativas: cuanto más eficiente sea la quema del combustible, menores serán los costes operativos. En la actualidad, la mayoría de las regiones del mundo tienen objetivos específicos en materia de emisiones para evitar la contaminación. Los operadores de crematorios también tienen que tener en cuenta un aspecto social. Debido a la naturaleza de su actividad, no están situados en emplazamientos industriales y deben realizar su trabajo con sensibilidad. Por respeto a los difuntos y a los vecinos, no se puede permitir que salgan columnas de humo y cenizas por la chimenea.
Muchos crematorios funcionan hasta 15 horas al día, por lo que los operadores seleccionan equipos para controlar la combustión que sean precisos y fiables. El proceso de cremación implica altas temperaturas sostenidas de entre 850 y 1.500 °C y los gases son corrosivos. Los equipos instalados deben hacer frente a las condiciones agresivas del horno o la chimenea. Por la propia naturaleza del negocio, rara vez hay técnicos de instrumentación in situ, por lo que es esencial un mantenimiento mínimo. El tiempo de inactividad y las piezas de recambio se suman a los costes de explotación, por lo que ambos deben reducirse al mínimo.